viernes, 2 de octubre de 2009

Se resisten a la extinción...

Las máquinas de escribir se niegan a morir.

El golpeteo de las teclas todavía se escucha en algunas casas y consultorios, ya que entre los médicos se encuentran sus más files usuarios.

En República de Cuba sub­sisten dos locales de re­paración. En un espacio do­minado por el olor a gasolina, que sirve para limpiarlas, y el polvo que suelen guardar en su es queleto estas máquinas, trabaja José Rodríguez.

Él es el propietario de uno de los lugares con un giro que ahora apenas da para sobrevivir: “La deman da de reparaciones se ha reducido en un 90%”, dice.

En un mundo de computadoras
¿Quiénes las usan?, se le pregunta. En algunas escuelas las piden para que los niños aflojen sus deditos y ya después los pasan a la computadora, responde... “Y los doctores; hay muchos que se las llevan a la clínica”, añade.

“Yo inicié el negocio más o menos en 1970. Pero desde que entró la computadora, hay pocos clientes”.

“Ahora, básicamente to das las máquinas que tenemos son reparaciones de gente a la que no le alcanza para comprarse una computadora”, cuenta.

En ese deshuesadero so bre sale una de las máquinas más antiguas que posee José, con las placas que marcan las hojas de papel divididas en dos partes. Una del lado derecho y otra del iz­quierdo; tiene 159 años de antigüedad. Es muy parecida a la que utilizaba Ve nus tiano Carranza.

A la orilla del primer cuadro de un Centro Histórico de la Ciudad de México, que busca modernizarse sin perder su escencia, este tramo de República de Cuba se aparece como un corredor que se quedó atrapado en el siglo XX.


Video de Alberto González


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